La banda birtánica Muse sacó su sexto álbum, The 2nd Law, el primero de este mes y, justo después, empezó con la gira europea. La tercera parada era el Palacio de los Deportes de Madrid, el día 20 de octubre. Al ser su única fecha en España – de hecho, de Portugal se han olvidado por completo –, no tenía más remedio que viajar a la capital y disfrutar allí de uno de los mejores directos de la actualidad musical.
Tuve la gran suerte de poder ir a primera fila –aún no me lo creo, y sonrío de la emoción al recordar mi llegada a la valla, tan sólo un par de metros más allá del escenario –, es la primera vez que disfruto de un concierto de esta forma, de ‘primera mano’.
A eso de las ocho y cuarto empezaron The Joy Formidable, un grupo inglés del norte de Gales que acaba de sacar su segundo CD, The Big More. También son un trío compuesto por la cantante y guitarrista, Ritzy Bryan, el bajista y corista, Rhydian Daffyd, y el batería, Matt Thomas. Son un grupo de rock bastante energético, con una base muy instrumental, pero que tampoco me acabaron de convencer. Me lo pasé relativamente bien con ellos, es un grupo que es escucha bien pero, para ser un grupo que casi no conocía, me gustó mucho más Miles Kane. EN mi opinión, todas las canciones eran un poco iguales. Eso sí, no se les puede negar que lo diesen todo en el escenario, dando brincos por allí y por allá. Otro que también es digno de mi admiración es el batería que sacaba unos ritmos frenéticos, que a mí me parecían casi imposibles de concebir. En serio, increíble.
Tocaron durante apróximadamente tres cuartos de hora y no fue hasta otros cuarenta-y-cinco minutos más tarde que Muse – como siempre haciéndose esperar – empezó a tocar.
La canción que abrió el concierto fue Unsustainable – como ya sosppechaba, es una canción que parece diseñada con ese propósito. Con un principio ‘clásico’ pronto entran los instrumentos del trío británico y ya una se mete enseguida en el ritmo, la música, y se olvida de todo. Encadenaron el final de la canción con Supremacy, la primera canción del disco, que se podría decir ‘típica’ de Muse, con riffs y falsetes de Matt cada dos por tres, una gozada. Y si ya pensaba que más no podía durar esta tanda de canciones cañeras, llegó Hysteria – que fue, de hecho, la primera canción de Muse que me gustó – precedida por Interlude –una instrumental– en la que, por primera vez en la noche (pero no la última), la pista enloqueció. A estas le siguieron muchas más...
En especial recuerdo Panic Station, uno de los hits de The 2nd Law que pide a gritos una bola de discoteca y más espacio para bailar a gusto. Por supuesto, también una mención especial a Supermassive Black Hole que siempre sube los ánimos. Al igual que Time is Running Out, que ya es un clásico de los conciertos de Muse. Pero, sin duda, la canción que llevó a los de pista hasta el éxtasis fue Plug in Baby, seguida por Knights of Cydonia (que, como siempre, con la tremendísima intro de Man with an Harmonica).
Mientras se sucedían las canciones, el stage iba cambiando de forma. Éste, al principio, era una pirámide invertida, cuyos renglones iban subiendo y bajando y que proyectaban imágenes de los músicos, del público, u otros audiovisuales. Uno que me hizo especialmente gracia fue el de Uprising en el que se puede ver a Dominic Howard vestido de ninja y, con ayuda de sus baquetas, librándose de lo que parecen ser banqueros o agentes del bolsa. Al estar tan cerca no pude fijarme tanto en el trabajo audiovisual, pero por lo que vi parecía una pasada. Por supuesto, tampoco faltaron luces de colorines y todos los tipos de lásers imaginables.
Mientras iban tocando y cantando, Matt Bellamy (voz, guitarra, piano) y Chris Wolstenholme (voz, bajo) iban cambiando de posición, corriendo, brincando y paseando por lo largo y ancho del escenario (que casi era de 360º). De hecho, Chris fue el protagonista absoluto cuando tocó una de sus canciones, Liquid State, y se puso en la parte delantera del escenario (mientras que Matt se retiraba a un segundo y discreto lugar). Y hablando de discretos, por ahí escondido estaba Morgan Nicholls (aka. el cuarto miembro de Muse) que hace grandes contribuciones al directo de la banda pero que es muy poco reconocido por ello.
Pero todo esto tiene un punto agridulce. Si algo me ha, en cierta forma, decepcionado, es que Matt no haya tenido la guitarra en mano durante unas cuatro o cinco canciones, durante tres de las cuales se paseaba por el escenario (también motivándose como siempre) a lo diva. Estas canciones son Madness, Undisclosed Desires y Follow Me. Canciones que, en la versión de estudio, no son de mis preferidas, pero que en vivo son una locura. En especial la última, que en directo es un bombazo de energía que casi obliga a saltar, cantar y gritar. Y tanto en Madness como en Follow Me se ve una gran predominación del bajo –¡también era hora que Chris tuviera algo de protagonismo!– del que, lo prometo, notaba físicamente las ondas de sonido, bestial. Y el punto ‘dulce’ en todo esto de que Matt se pasee como Pedro por su casa es que bajó a nivel de pista. Sí, yo tampoco me lo creo. Y no sólo eso, me dio la mano. No, ni me la rozón ni me la chocó, me la dio y la sostuve durante unos segundos (que para mí duraron más que una eternidad), me miró y sonrió. Y cada vez que recuerde este momento de mi vida seré inmensamente feliz. Claro que eso no excusa que deje abandonada a sus genialísimas guitarras que tan bien sabe tocar, como bien lo demuestra en New Born o Animals.
También hubo lugar para la tranqulidad en el concierto. Muse obsequó a los fans con una rarity, Falling Down, una canción de su primer disco (Showbiz) que hasta el mismo cantante dudaba de que la hubiese tocado alguna vez en España. Fue preciosa. La cambiaron respecto a su versión del CD, añadiéndole piano y, hacia al final, más potencia instrumental. Y fue increíble. Y justo depués de esto, que ya me costab podía creer lo que acababa de pasar, tocaron la mitad de Host (como intro de Time is Running Out), una cara B también de la época de Showbiz. No tengo palabras para expresar mi sorpresa y alegría. Matt tocó el piano también para Explorers una canción que, al parecer, sólo me gusta a mí. Y me emocioné un montón al escucharla en vivo, al escuchar a Matt y a todo el recinto cantar el emotivo estribillo de “Free me/Free me/Free me from this world/I don’t belong here/ It was a mistake imprisoning our souls”.
Y con piano también acabó el concierto, con la épica Survival, que mejora muchísimo una vez le quitas todo el instrumental de fondo y los coros histriónicos, y dejas a los tres chicos de Teignmouth solos con sus extravagancias musicales.
En conclusión, me ha encantado este concierto, me ha encantado estar en primera fila. Me lo he pasado increíblemente bien, olvidándome de todo cuanto no fuera estar allí en aquél momento disfrutando de la música que más me gusta. Eso sí, espero que Matt se espabile un poco con la guitarra y que, para el tour de estadios de verano, ya no esté tan perezoso con la guitarra.
A eso de las ocho y cuarto empezaron The Joy Formidable, un grupo inglés del norte de Gales que acaba de sacar su segundo CD, The Big More. También son un trío compuesto por la cantante y guitarrista, Ritzy Bryan, el bajista y corista, Rhydian Daffyd, y el batería, Matt Thomas. Son un grupo de rock bastante energético, con una base muy instrumental, pero que tampoco me acabaron de convencer. Me lo pasé relativamente bien con ellos, es un grupo que es escucha bien pero, para ser un grupo que casi no conocía, me gustó mucho más Miles Kane. EN mi opinión, todas las canciones eran un poco iguales. Eso sí, no se les puede negar que lo diesen todo en el escenario, dando brincos por allí y por allá. Otro que también es digno de mi admiración es el batería que sacaba unos ritmos frenéticos, que a mí me parecían casi imposibles de concebir. En serio, increíble.
Tocaron durante apróximadamente tres cuartos de hora y no fue hasta otros cuarenta-y-cinco minutos más tarde que Muse – como siempre haciéndose esperar – empezó a tocar.
La canción que abrió el concierto fue Unsustainable – como ya sosppechaba, es una canción que parece diseñada con ese propósito. Con un principio ‘clásico’ pronto entran los instrumentos del trío británico y ya una se mete enseguida en el ritmo, la música, y se olvida de todo. Encadenaron el final de la canción con Supremacy, la primera canción del disco, que se podría decir ‘típica’ de Muse, con riffs y falsetes de Matt cada dos por tres, una gozada. Y si ya pensaba que más no podía durar esta tanda de canciones cañeras, llegó Hysteria – que fue, de hecho, la primera canción de Muse que me gustó – precedida por Interlude –una instrumental– en la que, por primera vez en la noche (pero no la última), la pista enloqueció. A estas le siguieron muchas más...
En especial recuerdo Panic Station, uno de los hits de The 2nd Law que pide a gritos una bola de discoteca y más espacio para bailar a gusto. Por supuesto, también una mención especial a Supermassive Black Hole que siempre sube los ánimos. Al igual que Time is Running Out, que ya es un clásico de los conciertos de Muse. Pero, sin duda, la canción que llevó a los de pista hasta el éxtasis fue Plug in Baby, seguida por Knights of Cydonia (que, como siempre, con la tremendísima intro de Man with an Harmonica).
Mientras se sucedían las canciones, el stage iba cambiando de forma. Éste, al principio, era una pirámide invertida, cuyos renglones iban subiendo y bajando y que proyectaban imágenes de los músicos, del público, u otros audiovisuales. Uno que me hizo especialmente gracia fue el de Uprising en el que se puede ver a Dominic Howard vestido de ninja y, con ayuda de sus baquetas, librándose de lo que parecen ser banqueros o agentes del bolsa. Al estar tan cerca no pude fijarme tanto en el trabajo audiovisual, pero por lo que vi parecía una pasada. Por supuesto, tampoco faltaron luces de colorines y todos los tipos de lásers imaginables.
Mientras iban tocando y cantando, Matt Bellamy (voz, guitarra, piano) y Chris Wolstenholme (voz, bajo) iban cambiando de posición, corriendo, brincando y paseando por lo largo y ancho del escenario (que casi era de 360º). De hecho, Chris fue el protagonista absoluto cuando tocó una de sus canciones, Liquid State, y se puso en la parte delantera del escenario (mientras que Matt se retiraba a un segundo y discreto lugar). Y hablando de discretos, por ahí escondido estaba Morgan Nicholls (aka. el cuarto miembro de Muse) que hace grandes contribuciones al directo de la banda pero que es muy poco reconocido por ello.
Pero todo esto tiene un punto agridulce. Si algo me ha, en cierta forma, decepcionado, es que Matt no haya tenido la guitarra en mano durante unas cuatro o cinco canciones, durante tres de las cuales se paseaba por el escenario (también motivándose como siempre) a lo diva. Estas canciones son Madness, Undisclosed Desires y Follow Me. Canciones que, en la versión de estudio, no son de mis preferidas, pero que en vivo son una locura. En especial la última, que en directo es un bombazo de energía que casi obliga a saltar, cantar y gritar. Y tanto en Madness como en Follow Me se ve una gran predominación del bajo –¡también era hora que Chris tuviera algo de protagonismo!– del que, lo prometo, notaba físicamente las ondas de sonido, bestial. Y el punto ‘dulce’ en todo esto de que Matt se pasee como Pedro por su casa es que bajó a nivel de pista. Sí, yo tampoco me lo creo. Y no sólo eso, me dio la mano. No, ni me la rozón ni me la chocó, me la dio y la sostuve durante unos segundos (que para mí duraron más que una eternidad), me miró y sonrió. Y cada vez que recuerde este momento de mi vida seré inmensamente feliz. Claro que eso no excusa que deje abandonada a sus genialísimas guitarras que tan bien sabe tocar, como bien lo demuestra en New Born o Animals.
Y con piano también acabó el concierto, con la épica Survival, que mejora muchísimo una vez le quitas todo el instrumental de fondo y los coros histriónicos, y dejas a los tres chicos de Teignmouth solos con sus extravagancias musicales.
En conclusión, me ha encantado este concierto, me ha encantado estar en primera fila. Me lo he pasado increíblemente bien, olvidándome de todo cuanto no fuera estar allí en aquél momento disfrutando de la música que más me gusta. Eso sí, espero que Matt se espabile un poco con la guitarra y que, para el tour de estadios de verano, ya no esté tan perezoso con la guitarra.
¡Qué suerte! yo me conformo con el CD. Ya lo compré.
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