En verano del 2009 compré The Italian de Ann Radcliffe en un viaje a Inglaterra. En aquél momento sobreestimé mi nivel de inglés, por lo que la novela se quedó acumulando polvo hasta que gracias a Howling frog books propuso de hacer una lectura conjunta en octubre. No tenía mucha expectativas sobre este libro ya que había leído Los Castillos de Athlin y Dunbaynee intentado, sin éxito, leer Los Misterios de Udolfo de la misma autora.
Resumen: Vincenzo de Vivaldi es un joven napolitano de buena familia que, un día en una iglesia, ve a Ellena de Rosalba y se enamora perdidamente de ella. Tras conocerse un poco más, ambos sienten lo mismo el uno por el otro. Desgraciadamente, la madre de Vivaldi se opone a dicha unión y, a través de su confesor, Schedoni, intentará separar a la pareja.
Opinión: Debo admitir que nunca llegué a imaginar que pudiese llegar a entretenerme tanto un libro de literatura gótica escrito a finales del siglo XVIII, sobretodo teniendo en cuenta mi experiencia previa en el asunto. Pero así es. El Italiano es un libro que se hace muy ameno, y su trama te mantiene en vilo.
Ésta básicamente sigue las desventuras de la pareja, que se van reuniendo y separando a lo largo de la novela, por culpa de las maquinaciones de la Marquesa. La verdad es que nunca se llega a dudar del desenlace de la obra, y los planes de la madre de Vivaldi y del monje Schedoni nunca nos son ocultos ni parecen extremadamente perversos. Pero son justamente los personajes lo que hacen esta novela interesante. A lo largo de la novela el punto de vista va cambiando, desde Vivaldi a Ellena, pero Radcliffe también se mete en la mente de los ‘malvados’, tanto la marquesa como Schedoni u otros de sus secuaces.
Me sorprendió muchísimo que, tan temprano en la literatura, se encuentre un personaje como Ellena de Rosalba. Ésta reúne los atributos necesarios para cualquier heroína de la época: es pura, virtuosa, inocente, ingenua, honesta, etc. Pero además Ellena no se limita a meterse en apuros y esperar a que Vivaldi la rescate, si no que tiene sus propias opiniones y una gran fuerza de carácter. Se enfrenta a sus desgracias con una gran entereza, nunca dándose por vencida ni dejando que la pisoteen, ni dejar de proclamar su inocencia a cualquiera que afirmase lo contrario. De hecho, incluso le planta cara a su amor, Vivaldi, insistiendo en hacer lo que ella cree justo y noble.
El otro personaje que me pareció interesante fue Schedoni. Un monje que parece haber estado atormentado por pasiones que han acabado con él y que han acabado con cualquier retazo de humanidad que hubiese podido tener, si alguna vez llegó a tener alguno. Sus motivos, ocultos, intrigan al lector, que, aunque esté leyendo sus pensamientos, no sabe cuál es su origen o motivación, en resumen, quién es ese sórdido personaje. Y todo esto no se desvela hasta el final de la novela.
Respecto a esto, tengo ciertas salvedades. La parte en la que se descubre todo –quién es Schedoni, la identidad de un misterioso monje, qué ocurrió en el confesionario de los penitentes negros, y la verdadera identidad de otros varios personajes– me pareció extremadamente larga. Además, si bien la mayoría de personajes tienen un carácter bien definido, el de los criados parece uniforme en todos ellos. Son un vehículo de información para los protagonistas y parece que cuyo objetivo es exasperar tanto a éstos como al lector, reteniendo la información el mayor tiempo posible. Y esto, como ya he dicho, es realmente exasperante porque convierte los diálogos en algo pesado y nada dinámico.
Sobre el desenlace, me pareció un poco previsible y demasiado arreglado por el autor. Es decir, obviamente que el escritor puede hacer lo que le parezca con la trama, puesto que la ha ideado ella, pero yo creo que, si partes de unas bases consistentes, hay que seguir con ello y darle un poco de plausibilidad a la totalidad de la novela. Porque, como ya podéis suponer, era impensable para los lectores de la época que un joven de alta cuna se casase con una simple chica pobre que se gana la vida cosiendo.
De hecho, se nota un poco que uno de los grandes atractivos cuando debió ser publicada la obra fuese su emplazamiento, en Italia. El libro está plagado de descripciones románticas de la naturaleza, en especial al atardecer, pero también de descripciones ‘góticas’, de distintos monasterios e iglesias, al igual que mansiones y castillos en ruinas que exaltan la imaginación con ciertos toques sobrenaturales.
En conclusión, El Italiano de Ann Radcliffe es un libro que me ha sido bastante ameno leer (más de lo que esperaba, seguro), con algunos personajes muy interesantes. Eso sí, hay que entender que es un libro escrito hace más de trescientos años y, aunque sigue siendo ‘apto’ para todos los lectores ‘modernos’, hay que entender ciertas diferencias en el estilo al que estamos acostumbrados ahora. De hecho, creo que les gustará especialmente a los que disfrutaron con libros como La dama de las camelias de Alexandre Dumas (hijo) o El fantasma de la ópera de Gaston Leroux.
Resumen: Vincenzo de Vivaldi es un joven napolitano de buena familia que, un día en una iglesia, ve a Ellena de Rosalba y se enamora perdidamente de ella. Tras conocerse un poco más, ambos sienten lo mismo el uno por el otro. Desgraciadamente, la madre de Vivaldi se opone a dicha unión y, a través de su confesor, Schedoni, intentará separar a la pareja.
Opinión: Debo admitir que nunca llegué a imaginar que pudiese llegar a entretenerme tanto un libro de literatura gótica escrito a finales del siglo XVIII, sobretodo teniendo en cuenta mi experiencia previa en el asunto. Pero así es. El Italiano es un libro que se hace muy ameno, y su trama te mantiene en vilo.
Ésta básicamente sigue las desventuras de la pareja, que se van reuniendo y separando a lo largo de la novela, por culpa de las maquinaciones de la Marquesa. La verdad es que nunca se llega a dudar del desenlace de la obra, y los planes de la madre de Vivaldi y del monje Schedoni nunca nos son ocultos ni parecen extremadamente perversos. Pero son justamente los personajes lo que hacen esta novela interesante. A lo largo de la novela el punto de vista va cambiando, desde Vivaldi a Ellena, pero Radcliffe también se mete en la mente de los ‘malvados’, tanto la marquesa como Schedoni u otros de sus secuaces.
Me sorprendió muchísimo que, tan temprano en la literatura, se encuentre un personaje como Ellena de Rosalba. Ésta reúne los atributos necesarios para cualquier heroína de la época: es pura, virtuosa, inocente, ingenua, honesta, etc. Pero además Ellena no se limita a meterse en apuros y esperar a que Vivaldi la rescate, si no que tiene sus propias opiniones y una gran fuerza de carácter. Se enfrenta a sus desgracias con una gran entereza, nunca dándose por vencida ni dejando que la pisoteen, ni dejar de proclamar su inocencia a cualquiera que afirmase lo contrario. De hecho, incluso le planta cara a su amor, Vivaldi, insistiendo en hacer lo que ella cree justo y noble.
El otro personaje que me pareció interesante fue Schedoni. Un monje que parece haber estado atormentado por pasiones que han acabado con él y que han acabado con cualquier retazo de humanidad que hubiese podido tener, si alguna vez llegó a tener alguno. Sus motivos, ocultos, intrigan al lector, que, aunque esté leyendo sus pensamientos, no sabe cuál es su origen o motivación, en resumen, quién es ese sórdido personaje. Y todo esto no se desvela hasta el final de la novela.
Respecto a esto, tengo ciertas salvedades. La parte en la que se descubre todo –quién es Schedoni, la identidad de un misterioso monje, qué ocurrió en el confesionario de los penitentes negros, y la verdadera identidad de otros varios personajes– me pareció extremadamente larga. Además, si bien la mayoría de personajes tienen un carácter bien definido, el de los criados parece uniforme en todos ellos. Son un vehículo de información para los protagonistas y parece que cuyo objetivo es exasperar tanto a éstos como al lector, reteniendo la información el mayor tiempo posible. Y esto, como ya he dicho, es realmente exasperante porque convierte los diálogos en algo pesado y nada dinámico.
Sobre el desenlace, me pareció un poco previsible y demasiado arreglado por el autor. Es decir, obviamente que el escritor puede hacer lo que le parezca con la trama, puesto que la ha ideado ella, pero yo creo que, si partes de unas bases consistentes, hay que seguir con ello y darle un poco de plausibilidad a la totalidad de la novela. Porque, como ya podéis suponer, era impensable para los lectores de la época que un joven de alta cuna se casase con una simple chica pobre que se gana la vida cosiendo.
De hecho, se nota un poco que uno de los grandes atractivos cuando debió ser publicada la obra fuese su emplazamiento, en Italia. El libro está plagado de descripciones románticas de la naturaleza, en especial al atardecer, pero también de descripciones ‘góticas’, de distintos monasterios e iglesias, al igual que mansiones y castillos en ruinas que exaltan la imaginación con ciertos toques sobrenaturales.
En conclusión, El Italiano de Ann Radcliffe es un libro que me ha sido bastante ameno leer (más de lo que esperaba, seguro), con algunos personajes muy interesantes. Eso sí, hay que entender que es un libro escrito hace más de trescientos años y, aunque sigue siendo ‘apto’ para todos los lectores ‘modernos’, hay que entender ciertas diferencias en el estilo al que estamos acostumbrados ahora. De hecho, creo que les gustará especialmente a los que disfrutaron con libros como La dama de las camelias de Alexandre Dumas (hijo) o El fantasma de la ópera de Gaston Leroux.