Como parte del reto Marzo-Abril del grupo Radio Patio de GoodReads tocaba leer un libro de menos de doscientas páginas, así que elegí Une banale histoire (Una historia banal) de Anton Chejov, que además me sirve para el European Challenge. En fin, ya había leído una serie de relatos del mismo autor, que me gustaron mucho, en especial porque daban una vívida impresión de la Rusia de finales del siglo XIX (El Beso y otros cuentos). Pero esta pequeña historia no me ha acabado de convencer. Su protagonista es un hombre de sesenta-y-dos años, un eminente profesor de medicina, conocido en toda Europa, que se enfrenta a su próxima muerte y ve como su carácter se va degenerando. Su mujer le exaspera con inútiles trivialidades, al igual que su hija, que sólo quiere casarse con un petimetre. Y luego está su protegida, hija de un buen amigo que falleció hace muchos años, quién ha tenido una vida algo turbulenta y, en gran parte, desconocida para el narrador. En general me pareció una historia sin ton ni son, sin rumbo, que ni entretiene ni parece tener un objetivo. Me gustó como escribe Chejov, y algunas de las reflexiones del anciano están bien, pero no tiene nada más.
Desde que leí mi primera novela de Yukio Mishima que sentí interés por la literatura japonesa - ya que mi previa experiencia con Murakami no surtió el mismo efecto. En goodreads vi que muchos habían leído este libro de Banana Yoshimoto, así que me animé a hacerlo yo también. La edición que tengo yo contiene dos relatos cortos: Kitchen y Moonlight, y en ambos abordan el tema de la pérdida. En el primero al protagonista es una joven cuya abuela, la única familia que le queda, muere. Debe mudarse a una nueva casa y un conocido de su abuela, un joven y su madre, le proponen irse a vivir con ellos hasta que encuentre piso propio. Durante este periodo de convivencia se establece un especial vínculo entre los dos jóvenes, casi sin que ellos mismos se den cuenta de ello. Es una narración muy delicada, una historia muy sencilla y enternecedor de como dos personas encajan perfectamente el uno con el otro pero, debido a su situación personal y emocional, no pueden reconocer sus sentimientos. Me gustó mucho la historia y creo que cualquiera que haya pasado por un momento difícil a lo largo de su vida o haya sufrido una pérdida podrá fácilmente verse reflejado en los personajes principales, cuyas emociones tan bien describe Yoshimoto.
La segunda historia se parece mucho a la anterior, una joven que pierde a su novio en un accidente de tráfico e intenta seguir adelante y superar el dolor. Quizás por esta razón no me gustó tanto, me pareció repetir otra vez las mismas ideas.
Siguiendo con la literatura japonesa leí Rashomon y otros cuentos de Ryunosuke Akutagawa, que es un ensemble de media docena de cuentos, publicado en 1915. En cada uno de ellos el autor expone una pequeña escena o historia completa para dar a ver diversos aspectos de la sociedad japonesa de la época. Desde los pensamientos de un criado al que acaban de despedir, pasando por la investigación de un asesinato, hasta las preocupaciones de un sacerdote por el tamaño de su nariz. Lo que más me sorprendió de todos los cuentos fue su intensidad, en el sentido de que todas suelen ser bastante lúgubres, y no muy amables con la naturaleza humana.
El autor escribe maravillosamente, utilizando imágenes oníricas y creo que pueden parecernos muy diferentes de a las que estamos acostumbradas en la literatura occidental (¡otra de las grandes ventajas de leer libros provenientes de culturas diferentes!).
Realmente lo recomiendo a todo el mundo. Es un libro muy corto – yo lo leí en una tarde – y con historias que te encogen el corazón y te dejan una sensación extraña, como de incomodidad. Eso sí, procurad tener una buena edición con notas a pié de página; la mía no tenía y no saber el significado de ciertas palabras en japonés sin duda dificulta el disfrute de las historias.
Siguiendo con la literatura japonesa leí Rashomon y otros cuentos de Ryunosuke Akutagawa, que es un ensemble de media docena de cuentos, publicado en 1915. En cada uno de ellos el autor expone una pequeña escena o historia completa para dar a ver diversos aspectos de la sociedad japonesa de la época. Desde los pensamientos de un criado al que acaban de despedir, pasando por la investigación de un asesinato, hasta las preocupaciones de un sacerdote por el tamaño de su nariz. Lo que más me sorprendió de todos los cuentos fue su intensidad, en el sentido de que todas suelen ser bastante lúgubres, y no muy amables con la naturaleza humana.
El autor escribe maravillosamente, utilizando imágenes oníricas y creo que pueden parecernos muy diferentes de a las que estamos acostumbradas en la literatura occidental (¡otra de las grandes ventajas de leer libros provenientes de culturas diferentes!).
Realmente lo recomiendo a todo el mundo. Es un libro muy corto – yo lo leí en una tarde – y con historias que te encogen el corazón y te dejan una sensación extraña, como de incomodidad. Eso sí, procurad tener una buena edición con notas a pié de página; la mía no tenía y no saber el significado de ciertas palabras en japonés sin duda dificulta el disfrute de las historias.
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